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Cupido y Psique: síntesis del mito

Cupido y Psique es una narración mitológica griega, de corte romántico y dramático escrita por Apuleyo en el siglo en el siglo II d.C. Forma parte de su novela El asno de Oro. El equivalente a Eros en la mitología romana es Cupido.

La historia comienza como un cuento de hadas, con el clásico “Había una vez”, situando el contexto en un reino donde los reyes tenían tres hijas, todas de gran belleza pero que, en comparación con la menor, quedaban opacadas.

Psique era conocida como la Venus humana, lo que causó la furia de la diosa en el Olimpo, haciendo que la odiara, no solo por envidia, sino por el enojo que le causó que sus devotos dejaran de ir a sus templos a adorarla al tomar la decisión de preferir a Psique en su lugar.

- ¡He aquí que a mí, la madre de toda la naturaleza, el origen de los elementos, el alma del orbe entero, una muchachita- rugía Venus desde el alto Olimpo agitando su cabellera- me arrebata no sólo mis honores sino incluso mi nombre! En vano el pastor aquel me señaló como la más bella de las diosas. Pero no ha de durar mucho el gozo de esta usurpadora: ¡yo haré que se arrepienta de su ilícita belleza! (Apuleyo p.55)

Inmediatamente después de sus lamentos, llamó a su hijo Cupido para encomendarle la tarea de castigar a la joven que le había causado tantos celos y el terrible olvido de sus fieles, con un castigo indigno de una joven princesa: enamorarse de un pobre hombre, miserable y sin dinero. Cupido acudió al lugar donde el oráculo de Apolo le dio al padre de la doncella la encomienda de dejarla lista para el matrimonio (una montaña). El rey acudió al oráculo en un momento de desesperación, al ver a su hija sola y sin pretendientes, pues todos la adoraban, pero nadie la pedía en matrimonio ya que preferían venerarla como una “estatua pulidamente fabricada” (p.56)

Cupido, al ver la belleza de Psique, decidió desposarla ignorando las órdenes de su madre, así que la recogió de la montaña (desmayada de tanto llorar), se casó con ella y la llevó a su palacio, donde despertó horas después y se maravilló por el verde paisaje lleno de árboles, fuentes y con un gran palacio de belleza insuperable.

La princesa, ahora esposa del dios Cupido, permaneció en el lugar atendida por unas voces que la alimentaron y asearon para su noche de bodas, misma que llegó tan pronto se ocultó el sol, al entrar Cupido en la oscura habitación. El dios entraba a los aposentos de Psique durante las noches y se iba antes del amanecer, siempre evitando que su esposa viera su rostro, pues enterarse de su identidad le causaría la muerte. Así transcurrieron las noches, entre oscuridad y pláticas que acercaron a estos personajes y los hicieron enamorarse. El dios sólo le pidió a Psique una cosa: que no intentara ver su rostro, así todo entre ellos seguiría bien, de lo contrario se iría para siempre.

Una noche Cupido advirtió a Psique sobre sus hermanas -diciéndole que irían a llorarle a la montaña donde la dejaron el día de su boda- y que a pesar de los llantos y lamentos no debía de responder a sus ruegos. Ella lloró todo el día al escucharlas, también lloró en la noche junto a su esposo, quien le dijo que procediera como quisiera la mañana siguiente, pero que no olvidara sus advertencias.

Al amanecer sus hermanas fueron llevadas al palacio por un viento cierzo. La primera reacción de ellas fue estallar en celos ante los lujos que rodeaban a su hermana, la de Psique, por el contrario, fue alegrarse de verlas. Platicaron y comieron atendidas durante varios días en los que ellas fueron y vinieron, pero algo intrigó a sus hermanas: sospecharon que Psique no sabía quién era su esposo, pues le preguntaron por él en repetidas ocasiones y decía cosas distintas en cada una. Celosas, sugirieron a Psique que su marido era un monstruo y que era necesario averiguar quién era durante la noche.

La ciega esposa del dios Cupido, aturdida por las intrigas de sus hermanas hizo caso de sus palabras e ignoró el único pedido que le había dado su esposo, aún después de saber que estaba embarazada. Esa noche. después de que Cupido llegara y cayera profundamente dormido, tomó una vela de aceite de su estante y la acercó a la cama para ver el rostro de su esposo. Sus caireles, sus alas, su piel de porcelana y sus flechas le hicieron llegar a una conclusión: era el dios del amor. Psique estaba hipnotizada por la belleza de su esposo y mientras lo observaba una gota de aceite cayó de la vela, despertando a Cupido de su profundo sueño e hiriéndolo gravemente.


Psique hirió el pecho de Cupido con la gota de aceite e hirió su confianza y amor al mismo tiempo, todo esto al ignorar las palabras que le había dado como advertencia desde un principio, por lo que Cupido alzó el vuelo lejos de su esposa y de su dolor. Psique decidió no dejar las cosas así, tomándolo de la pierna antes de que se alejara volando; volaron juntos hasta que sus manos resbalaron de la pierna de Cupido, quien se apresuró a rescatarla y a dejarla en la orilla de un río para después huir.

Psique, triste y arrepentida comenzó a recorrer un largo camino donde pide ayuda a Hera y Démeter, pero termina a los pies de Venus, suplicando que interceda en su problema marital. Venus, celosa, enojada e indignada como madre le pone tres difíciles tareas, que logra resolver con ayuda divina.

Tras la última tarea (la más difícil), que consistía en bajar al inframundo y traerle un poco de la belleza de Perséfone junto con licor del lago infernal, Cupido está por encararla y contarle que la acompañó en todo el recorrido que hizo para cumplir las tareas que le dio su madre, sin embargo, antes de lograr encontrarse con su amado, Psique hace caso omiso de la advertencia de Venus (la cual era no abrir la jarra con el licor), entonces cae en un profundo sueño, casi mortal.

Al final del relato se narra cómo Cupido acude a Zeus con aflicción para pedirle que reanimara a Psique, que la convirtiera en inmortal y que le permitiera casarse con ella; el dios accedió a su petición y la boda se llevó a cabo en el Olimpo. Fue una gran fiesta a la que asistieron todas las divinidades, incluso Venus, quien bailó y cantó de alegría por su hijo y por su nuera, a quien había perdonado.


Bibliografía

Apuleyo, L. (2003). El asno de oro. Recuperado el 18 de mayo del 2017, de http://biblioteca.org.ar/libros/89461.pdf



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