Libertad, un padecimiento.
Cuando hablamos de libertad ¿a qué nos referimos? De acuerdo con la Real Academia de la lengua Española hay al menos doce definiciones de ésta, una la define como: «La condición natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos». Groso modo, libertad es una facultad que caracteriza al hombre, dando así mismo el poder de decidir cómo actuar frente a diferentes situaciones. Es un poco gracioso que, incluso para querer definirla me encontré con la libertad de elegir qué definición quería utilizar.
Ulrich Beck, en su obra Los hijos de la libertad (2002) hace una distinción de la libertad en el sujeto, donde marca un individualismo, a uno lo llama responsable, nuestro libre albedrío entra en una negociación, es decir, se buscan acuerdos con el otro y que en esto ambas partes queden satisfechas; si en este contrato únicamente hay un individuo queda complacido con lo estipulado entonces se cae en el individualismo irresponsable o egoísta.
Existe un enfrentamiento entre los hijos de la libertad y los hijos de la tradición o incluso con los padres de los hijos de la tradición, siendo cada uno hijo de la época o del mundo al que fuimos arrojados, con la libertad o tradición que estaba estipulada según la lógica del tiempo en turno, donde éstos dos últimos constantemente se lamentan la pérdida de los valores.
Entiendo que la problemática de ésto inicia cuando la juventud, en este caso los hijos de la tradición, buscan de manera ávida salir del núcleo familiar, o sea la libertad. Esto nos lleva a que los hijos de la libertad mientras se van desarrollando van viviendo con mayor libertad que como la que vivieron los padres de éstos, a lo cual, los hijos y los padres de la tradición ven en los hijos de la libertad un libertinaje y la pérdida de valores total; claro está que hablamos de manera dramática. En el caso de los hijos de la libertad, ya no buscan salir de su núcleo familiar, al contrario, es ésta la institución que brinda bienestar y tranquilidad al individuo.
En cuanto al libertinaje, aquél que según los conservadores refieren y afirman que los jóvenes hoy en día son partícipes, se construye de lo que Beck llama “categoría zombie” porque, no puede tener lugar en la modernidad reflexiva, ya que esta categoría se aplica o cae en él cuando el régimen ético de la sociedad es estricto. Son estos mismos, los conservadores, que anhelan el retorno de los valores y su aplicación “estricta” en cuanto a lo moral y lo religioso que participa en ello. Por otra parte, buscan una rehabilitación de la familia, que no es regresar como tal a lo tradicional, es decir, no volver a lo moral y lo religioso que participaba una familia conservadora.
Uno de los núcleos centrales de la sociedad hija de la tradición, es el de los valores y el hecho del derrumbe de éstos pareciera apuntar a una crisis, pero ¿acaso este derrumbe de valores es el que nos lleva verdaderamente a una crisis?
Constantemente escuchamos la palabra “crisis”, sin embargo para ser más precisa, aquí me refiero a la crisis de las instituciones, ya sea gubernamentales o no gubernamentales. La palabra crisis es sinónimo de cambio, problemática o inestabilidad, por definición entiendo que es la pérdida de la estabilidad. En este sentido hay crisis en las instituciones, puesto que ya no hay seguridad económica en el país, aunando a esto, el trabajo ya no es seguro por el lado gubernamental, incluso el futuro, aunque claro ¿quién tiene hoy en día el futuro seguro? Por parte de las instituciones no gubernamentales, como la familia, generalmente son las que al estar en crisis los lleva a la lamentación de la pérdida de los valores que constantemente los conservadores tanto claman. Esto se da bajo la lógica de la primera modernidad, empero lo que realmente se da con los valores que ellos mencionan es un cambio o ruptura con los estándares previamente establecidos que les causa conflicto.
Sinceramente no creo que los hijos de la libertad sufran de crisis, se sufre de libertad, más que sufrir considero que le tienen miedo a ella y a lo que ella conlleva, que es una toma de decisiones que se hacen día a día. Desde que despertamos tomamos una decisión, si quedarnos en cama cinco minutos más y aceptar la consecuencia que es llegar tarde a clase o al trabajo, qué ropa usar para salir, si tomaremos el desayuno en casa o lo haremos en algún lugar cerca de nuestra área de trabajo o estudio; son decisiones que comenzamos a adquirir conforme los años van pasando.
Una de las cuestiones de la cual el individuo tiene a preocuparse es la felicidad propia. En una cultura del bienestar, la persona ya no está preocupada por si realiza el bien o el mal de manera tradicional, sino por su bienestar. Claro está que esto debe de darse sin afectar al prójimo, dicho de otra manera tenemos o buscamos un hedonismo sin afectar a otros, que también son hedonistas.
En la era del individualismo, esta búsqueda del hedonista, el ayudar a otro causa placer sin caer en el auto-sacrificio, que Beck lo marca como una categoría zombie, puesto que, ligado a las instituciones, esto facilita las labores altruistas o la asistencia a otros que de manera individual nos genera placer y felicidad; alcanzarla o concebirla es algo, sino más sencillo, más práctico.
Constantemente los hijos de la tradición se quejan de los hijos de la libertad, olvidando lo que ellos pensaron, sintieron, desearon y en el mejor de los casos, llegaron a realizar, que en parte era la búsqueda de la libertad. Se quejan del mundo en el que vivimos ahora, las negociaciones que tienen constantemente con los hijos de la libertad, de los valores aplicados que, como no van de acuerdo a su época o a su conveniencia creen que ya no existen.
Algo que no logran comprender son las situaciones a las que constantemente nos enfrentamos, con lo cual es evidente que su manera de actuar o de pensar en varias ocasiones no nos serán útiles, puesto que están pensadas con las categorías zombies de las que Ulrich Beck hace mención.
A mi parecer creo que es la mejor era en la que podemos estar, claro que no tengo punto de comparación empírica, ya que he estado viviendo en un mundo donde ya se ha luchado por la libertad en repetidas ocasiones, tenemos tecnología, las mujeres, por suerte, podemos buscar desarrollarnos profesionalmente, tenemos la dicha de tomar nuestras decisiones aunque en parte también es una desdicha, pero se puede vivir con ello.
Sobre los valores que se han perdido, según los hijos de la tradición, no voy de acuerdo con esto, porque, cualquier hijo de la libertad es capaz de poder hacer una lista de ellos, reconocerlos y aplicarlos, tal como se hace en la actualidad; tampoco voy con la idea del libertinaje en el cual nos encasillan, nuestro régimen moral no es estricto, mas creo que hablan de esto dado por las organizaciones religiosas, ya que, así como nos alejamos de la política, también nos alejamos de estas organizaciones. Cabe recalcar que no afirmo que se dé en todos los casos.
La libertad siendo nuestra facultad dada al nacer, es nuestro valor más importante y más preciado, pero ¿qué significa para mí ser hija de la libertad? Es algo realmente increíble, puesto que tener el poder de elegir en esta modernidad, añadiendo que soy mujer, sobre mi persona, si quiero estudiar, qué es lo que quiero estudiar, el poder salir de mi hogar para realizarlo, poder tener citas sin los chaperones, decidir incluso con quien tenerlas es realmente fantástico.
Es cierto, tener la libertad hoy en día es abrumador, por toda la responsabilidad con la que se carga, si estudio tengo que dar resultados óptimos a mis padres, el vivir fuera de mi ciudad también implica otra responsabilidad. En esas negociaciones, las cuales mis padres y yo hemos llegado, es una muestra más de que realmente no añoran el pasado como tal ni que están peleados con la posmodernidad, puesto que, no solo ellos, sino la mayoría de los hijos de la tradición, buscan que sus hijos se superen, en especial las mujeres que como se sabe, tenían menos oportunidades de poder realizarlo.
Bibliografía:
Beck, Ulrich. Hijos de la libertad. México: FCE, 2002.