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Entre argentinos te veas: La redención de un mito.

Los mitos griegos son parte fundamental del canon literario de occidente. Aunque el conocimiento de estos no sea directo, los tenemos presentes en nuestra cultura; diluidos, transformados, invisibles, se presentan ante nosotros y completan nuestra manera de concebir el universo y al hombre, tal como sucedió con los griegos en su tiempo.

Si bien sabemos que los mitos griegos son una constante en nuestro bagaje cultural, también es de nuestro conocimiento el hecho de que la lectura e interpretación de estos se va transformando al paso del tiempo; esa es la clave de su supervivencia. Los mitos están profundamente arraigados a una versatilidad narrativa que les permite ser unos útiles hipotextos, de los cuales muchos escritores les están en deuda. Uno de esos casos es el minotauro, figura mítica comúnmente relacionada a la sexualidad humana, los deseos carnales que someten al hombre, la huella de una “falta” a la moral y a los dioses; pero el minotauro no es lo que es por él mismo, sino por los hechos circundantes a él: Teseo, la clásica figura heroica de los griegos, guerrero incansable que más de una vez se ha medido en el combate, su valor para enfrentar a la bestia, a la animalidad y liberar a su preciada Atenas.

La enigmática figura del minotauro ha pasado por muchas y variadas interpretaciones, pero llaman en especial la atención las realizas por Jorge Luis Borges y Julio Cortázar: obras que fueron publicadas en el mismo año (como si el mito reclamara sus voces), y principalmente porque ambos, desde su estilo y forma, realizan la misma labor con el minotauro, la de transformar su figura de animalidad y la de un hombre atormentado por su condición de monstruo entre los hombres, pues no es completamente hombre, pero tampoco es completamente monstruo.

La reescritura de un mito.

Como ya se ha dicho, el pensamiento humano está en constante cambio y los mitos también deben cambiar, pero no necesariamente deben crearse nuevos, una espléndida posibilidad es la de reescribirlos, llenarlos de una nueva vitalidad y adaptarlos a las necesidades de los tiempos en marcha. Pero ¿por qué reescribir un mito? ¿qué tiene de especial estas fábulas del pasado? Podríamos responder que los mitos tienen un “significado que remite a lo eterno humano y se sitúa por encima del tiempo histórico” (Carreño, 2006). De este modo, tenemos ante nosotros la historia del sentir humano, una sombra de los pensamientos que acosan nuestra mente en los momentos de reflexión, estos espejos en los que podemos reflejar nuestra existencia y sentirnos hermanados con quien aparentemente no tenemos gran cosa que ver.

Generalmente, en la reescritura de un mito se conservan los hechos fundamentales, así el lector puede entender fácilmente que el texto está haciendo alusión a un mito, de este modo puede completar su lectura y poner a prueba los aportes hechos por el autor. Otro caso es el de las reescrituras más alusivas en las que solo se conserva algún nombre, o algunos hechos, en estos casos hay que estar más atentos a los guiños que el autor no irá dando para armar el rompecabezas. En cualquiera de los casos el mito y su reescritura forman parte de un fenómeno de hipertextualidad. Siguiendo las definiciones de Genette, entendemos que las reescrituras son hipertextos, composiciones construidas a partir de un texto previo, de manera que sin el texto original no tendrían ningún sentido, no podría existir o sería infértil, a esta construcción primigenia se le conoce como hipotexto.

Las reescrituras hechas por Cortázar y Borges se les conocen como mitos literalizados, estos ya existen en función de una enseñanza como tal, sino que exploran las posibilidades estéticas del tema y presentan una variante que es de interés para el autor, por tanto No se trata ya de relatos anónimos transmitidos por una cultura o una colectividad, sino de textos concebidos y, organizados por un autor individual que ha recogido el sintagma base de uno o de varios textos. (Herrera, 2006)

Los propósitos de reescritura de un mito son variados, en el caso de Los reyes y "La casa de Asterión" se trata de una labor de inversión, donde los valores del mito son transformados para plantear nuevos valores y responder a otras inquietudes e iluminar zonas oscuras del pensamiento humano.

Los reyes y "la casa de Asterión"

La literatura nos ha regalado extraordinarias anécdotas más allá de las obras que la integran, nos cuentan de hombres que pasaron años escribiendo su obra capital, de obsesiones literarias, de locuras transformadas en ficción, abscesos de lucidez a través de la escritura. De coincidencias curiosas que inspirarían un buen cuento, tal como la aparición de Los reyes y "La casa de Asterión."

En el caso de Borges, lo hace con su cualidad sintética que siempre caracterizó su escritura: en apenas tres páginas nos sumerge en la complejidad de la personalidad del minotauro, creatura que se la pasa todo el tiempo jugando consigo mismo, dibujándose en el reflejo y pretendiendo no ser único en su tipo, no estar solo. También exploramos el entramado del laberinto que encierra al minotauro, casa de infinitas habitaciones para él, esta prisión infinita no es solamente física, sino también mental, el minotauro está atrapado en sus pensamientos, en el aquejante recuerdo de la soledad.

Me atrevo a decir que el minotauro, en la reelaboración de Borges, es la metáfora del cuestionamiento existencial, pues este no encuentra un propósito en el hecho de habitar el gran laberinto, sencillamente vive de ocupaciones inútiles para no pensar, para no estar tan solo en su existencia, así se nos presenta a este héroe trágico, a este monstruo consumido por la ansiedad del tiempo.

El minotauro se resigna a su situación hasta que uno de los muchos que fueron sacrificados en el laberinto le da aviso de que algún día un hombre vendrá a matarlo, esta es la señal, la tan esperada respuesta que el minotauro estaba esperando: un redentor, el escape a tan miserable condición, la libertad. De ahí la genial frase con la que cierra el cuento en la que Teseo le dice a Ariadna que el minotauro apenas puso resistencia. (Borges, 2012).

De este modo, Teseo es solamente herramienta del héroe para que este pueda lograr alcanzar su destino, entonces el minotauro queda redimido, queda purgado de su condición vil sobre la tierra, de su prisión física y mental.

En el caso de Los Reyes, obra en cinco pequeñas escenas, nos da de igual forma a un minotauro complejizado, se ahonda en su pensamiento y en su sentir, pero a diferencia de Borges, también el personaje de Ariadna es modificado, en este caso la hermana del minotauro no busca su muerte, sino su liberación, pues ella le tiene un gran amor filial, es su hermano a pesar de todo y para ella su distintiva cabeza no es el recuerdo de una vergüenza, sino una hermosa singularidad que la fascina.

Luego tenemos la espléndida inversión que Cortázar realiza con el minotauro; éste, al enterarse del plan de Ariadna lo descarta después de pensarlo un poco, pues al salir del laberinto regresaría a su condición de monstruo entre los humanos, una carga más pesada que la de vivir en el laberinto, pero tampoco asesinar a Teseo le aliviará el pesar, entonces solo queda una opción, liberarse mediante la muerte, aceptar el filo de la espada de Teseo y por fin ser libre: Minotauro: Cuando el último hueso se halla separado de la carne, y este mi figura vuelta olvido, naceré de verdad en mi reino incontable.(Cortázar, 1992). Por fin, eximido de la marca del pecado de su madre.

En este caso, Teseo también abandona su figura de héroe, pues se convierte en un engreído rey que sencillamente busca las glorias en el asesinato de rivales famosos; se menciona en la obra que él no se ocupa mucho en pensar, para eso están sus maestros, él se ocupa de hundir la espada en la carne y nada más y de ahí la espléndida línea final del minotauro: Teseo: ¡Calla! ¡Muere al menos callado! ¡Estoy harto de palabras, perras sedientas! ¡Los héroes odian las palabras! / Minotauro: Salvo las del canto de alabanza. (Cortázar, 1992). Y así muere el minotauro, poniendo en evidencia la vileza de los héroes. Así Cortázar realiza una inversión no solo del minotauro sino de la tradición mítica:

Cortázar arrebata, entonces, la larga tradición que se asocia con un idealizado Teseo, destructor de monstruos y redentor de pueblos, transformándolo en un opresor vulgar que, guiado por el instinto, mata vidas e ilusiones. EL minotauro, en contraste, ya no es el símbolo del hombre-bestia que persigue la gratificación sexual. (Taylor, 1973)

Finalmente, ambos argentinos, profundos lectores de la herencia helénica, entendieron que los mitos griegos y la literatura en general se complementan de las lecturas que se le van dando a través del tiempo, y que las interpretaciones que se van dando con el tiempo deben cambiar para que el mito no pierda su dinamismo ni su versatilidad. Por ello, la reescritura de los mitos es una tarea encomiable: para adaptarlos al tiempo en curso, para demostrar las cualidades que ofrecen los clásicos, y que los ecos del pensamiento mítico sigan resonando aún después de la corrupción de la carne. Serán estos pensamientos nuestro legado, la ansiada redención de nuestra existencia.

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