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Del feminismo intelectual al feminismo callejero

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Las mujeres tanto como la comunidad LGTBI+ seguimos hablando de feminismo, de derechos humanos y de lo que aquí se desprenda por una razón fundamental: aún no logramos que nos respeten. A pesar de que nuestra especie es tan arcaica como

la tierra, a pesar de que somos, sobre todo, personas.

Un caso reciente que desató toda polémica entre las intelectuales y otras no tanto se dio a partir de que el 13 de febrero en El País la escritora Valeria Luiselli publicó un artículo llamado «Nuevo Feminismo». En el que de manera inteligente articula la celebración de los 60 años de Sputnik y el feminismo:


"Todas las mujeres brillantes que conozco han tenido que remplazar el libre ejercicio del pensamiento complejo por el aburrido derecho a salir a la calle con cartulinas"


Con esta declaración, que además era el encabezado de la publicación, le llovió sobre mojado a la escritora. De clasista y machista no la bajaron. En tanto, ella demostró su «clase» e hizo caso omiso a las agresiones. Quien la embistió se vio muy mal, porque encolerizada se victimizó en todo el texto justificándose porque pertenece a las masas, a la periferia marginada por el sistema, etcétera, y sí, defendería el derecho a marchar con cartulinas y a hablar por los demás, nos gustase o no, claro.

En lo personal, ni una ni la otra proponen soluciones que sirvan o mínimo den luces para evitar que México sea el país con mayor índice de feminicidios y rezago social.

En cambio, lo que sí observo es una intolerancia a la expresión otrora de ambas partes. He aquí uno de los principales problemas que nos tiene un paso atrás.

De esta afrenta nos enteramos la comunidad lectora y lo seguimos hasta donde llegó. Luego hubo otro donde justamente Tamara de Anda, quien escribió sobre la pugna antes citada en El Universal, sufrió un acoso callejero de parte de un taxista que la llamó «guapa» y decidió denunciarlo ante las autoridades correspondientes.

Como Tamara es más conocida entre las masas, muchos opinaron sobre el asunto, pero ninguno a favor, la etiquetaron de racista e incluso de pseudo-intelectual porque los medios de comunicación, a los que ella se debe por ser comunicóloga, han hecho de aquello un circo mediático llevándola a presentarse y dar conferencias sobre feminismo.

La misma Tamara había hecho (mucho antes de lo de Luiselli) una investigación sobre las artistas mexicanas y su opinión sobre feminismo, donde ninguna se asume como feminista porque desconocen en qué consiste o porque conocen las consecuencias de abanderarlo.

Como sea, parece que nada hacemos bien. Para finalizar, recuperaré la frase con la que concluyó Luiselli su artículo: “Me queda claro: el nuevo feminismo vendrá del espacio exterior”.

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