La concepción de la muerte en Paul Westheim, Octavio Paz y en la vida
¡Extraño mundo, actitud inconcebible!
Paul Westheim
Alguna vez cuando era niño me preguntaron, si tenía miedo a la muerte, por la inocencia o ignorancia respondí que no, ¿cómo no hacerlo?, si desde pequeños en este hermoso país, llamado México, estamos siempre en contacto con ella; entre las historias populares se cuenta que si nace un niño muere un anciano, o al menos eso decía mi abuela, haciéndonos a la idea se justifica que en este país la muerte sea un tema de risa o también de respeto, y es así que inicio un elogio a La Muerte y la muerte, uno como sólo se le puede dar en México.
Desde el momento en que naces en una sociedad, inicia el proceso de aculturación, mediante una educación formal e informal que busca perpetuar la cosmovisión del grupo social en el que naces, te forman en los tres grandes sectores, la familia, la escuela y la sociedad en general, claro en nuestro país se integra otro, la iglesia, y con todo esto nos da la formación del mexicano: un hombre de fe, mal que bien educado, con un círculo familiar estable, se puede decir inocentes… Así somos los mexicanos, pues con el proceso la sociedad va y viene a placer de quien la guía, claro no todo es malo, pues como resultado también se conservan los diferentes mitos y tradiciones.
Por nacer en un país como lo es México, tenemos un grandioso proceso de asimilación de la muerte, por los siguientes ejemplos: aquellas visitas que teníamos al panteón el Día de muertos, donde se nos enseñaba que más allá de tener temor era un alivio el descansar; cuando en la fiesta del Todo Santos conmemorabas a los que ya se habían ido, dándoles lo que en vida fue de su agrado, -no te comas eso, ya lo chupo el muerto- era habitual que escucháramos con las golosinas; cuando al ser niños oíamos alegres las famosas “calaveras”, aquellas rimas pizpiretas que elogiaban y satirizaban a La Muerte, y algún vivo que fuese víctima de ella.
En este país mágico y extraño, encontramos la concepción de la muerte a partir de elementos clave, por ejemplo, la defunción de un familiar cercano que se acepta con tal naturalidad que da risa; los funerales donde la gente va a beber alcohol, con el pretexto de hacer compañía a los familiares; la fiesta surrealista que se celebra a lo largo de México, sí Día de muertos; los genocidios ocurridos a lo largo de la república, que como sociedad nos pasan desapercibidos, y no se diga a las instituciones. Los cuatro elementos descritos nos dan un panorama de la diversidad, de lo sublime y sobre todo, la cercanía del pueblo mexicano con ella, ese vínculo natural.
Encontramos la respuesta en el pasado, las raíces del pueblo mexicano, mi pueblo, que aún las conserva, “El México antiguo no temblaba ante Mictlantecuhtli, el dios de la muerte; temblaba ante esa incertidumbre que es el hombre. Llamada Tezcatlipoca.” (Westheim, 1983, p. 12) la cita nos habla de cómo el indígena mexicano es más bien un filósofo, un hombre ocupado en el pensar de la vida y el problema que ésta implica, que estaba a merced no de sus deseos, sino de las ordenanzas de los dioses, porque no eran libres, y su única libertad era la muerte.
Entre los diferentes países hay temas tabú, y es que no todos comparten la cercanía a la muerte como México la tiene, hay una relación pero es muy distinta a como nosotros entendemos. En el país la muerte se lleva con gracia y orgullo, porque recuerdo a mis abuelas platicando y si llegaba a salir el tema de la muerte, sólo tomaban otro rompope y seguían, no por miedo, sino porque estaban conscientes de que un día iban a irse, y eso no les pesaba. Pero en otros lugares la muerte es como el peor de los males que puede ocurrir, hay un temor latente a esa partida, porque pareciera el hombre está a semejanza de los dioses, sean cuales sean, eso los lleva a un anhelo de vida eterna, una lastimosa plegaria por quedarse aquí.
¿A dónde iremos? – Netzahualcóyotl: ¿A dónde iremos/ donde la muerte no existe?/ Mas, ¿por esto viviré llorando?/ Que tu corazón se enderece: / Aquí nadie vivirá por siempre. / Aun los príncipes a morir vinieron, / Los bultos funerarios se queman./ Que tu corazón se enderece:/ Aquí nadie vivirá para siempre. (Portilla, 2011, p. 35)
El canto del rey poeta es una filosofía indígena, porque el hombre de maíz sufre cada vez que vive, y vive que cada vez que sufre, por eso ve la muerte sin miedo, con añoranza; el mexicano en su existencia siente terror por la agonía, sufrimiento y aniquilación de que puede ser presa si su destino así lo desea. Los dioses juegan un papel importante en la historia de México, no solo antes sino también ahora; nos dice Paz “Los únicos libres eran los dioses” (Paz, 2015, p. 22), y hacemos a la pregunta, ¿libres de qué? Libres de un destino infame, de estar a merced de fuerzas que no conocen, de vida o muerte; en cambio el mexicano, ha estado siempre inmerso en su propio destino, siendo que su vida no es suya, ni es vida, pues en su filosofía “La vida no tenía una función más alta que desembocar en la muerte” (Paz, 2015, p. 21)
Décima a la muerte: ¡Qué prueba de la existencia/ habrá mayor que la suerte/ de estar viviendo sin verte/ y muriendo en tu presencia!/ esta lucida conciencia/ de amar a lo nunca visto/ y de esperar lo imprevisto;/ este caer sin llegar/ es la angustia de pensar/ puesto que muero existo. (Villaurrutia, 1938, p. 27)
¿Qué hay en mi México, más allá del rito?, ¿es que acaso el mexicano moderno ha perdido toda tradición ancestral?, al contrario de lo que se podría pensar, se sigue conservando parte de las creencias, de esa herencia de tierra y milpa, de sangre y muerte, lleva a pensar a los hombres más que en su propia vida en su fin. Si bien es cierto la existencia se acaba, se vive en el recuerdo, en el recuerdo de los vivos, por eso en México existe la fiesta de Día de muertos, dicen entre los dichos populares –Algo que vale más que una vida digna, es una muerte digna-, “Y es cierto, cada quien tiene la muerte que se busca, la muerte que se hace.” (Paz, 2015, p. 21), nos dice en su ensayo, haciendo referencia al mexicano moderno, pero de esta misma manera no solo busca vincularlo con el pasado, sino también ejemplificar las diferentes concepciones que el pueblo tiene sobre la defunción.
¿Cómo es que una creencia puede perdurar a través del tiempo? La muerte pasa sin remordimiento por la historia, sin pesar alguno, sigue y seguirá presente, en este país elegido por ella para su estancia perpetua, porque el mexicano tiene contacto directo con ella, se conocen, cohabitan en México. La muerte en el país no se da abasto, ¿cómo hacerlo?, ánimas le llegan a diario y cada una de diferente lugar, porque el territorio es muy grande, y de igual magnitud son las muertes, muertes que dejan manchada a la patria, porque la señora no es gran amiga de la violencia, y un día de estos puede llegar a estar en huelga, yo también lo haría si fuera ella. Para terminar este elogio como es debido incluyo una cita de Carlos Fuentes: “Qué injusta, qué maldita, qué cabrona la muerte que no nos mata a nosotros sino a los que amamos.” (Fuentes)
Lista de referencia
Westheim, P. (1983). La calavera. CDMX, México: Fondo de Cultura Económica.
León Portilla, M. (2011). Cantares mexicanos. CDMX, México: Universidad Nacional Autónoma de México.
Paz, Octavio. (2015). El laberinto de la soledad. CDMX, México: Fondo de Cultura Económica.
Villaurrutia, Xavier. (2013). Nostalgia de la muerte. CDMX, México: Fontamara.