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Al pueblo; pan y circo

El pasado viernes, veintiocho de abril del 2017, tuvo lugar en Huatusco, Veracruz, el tan aclamado y esperado carnaval.

Recuerdo que hace un año miraba pegado en la pared, un cartel cuya leyenda rezaba: “¡Ven y diviértete con tu familia en este gran evento familiar, lleno de cultura, tradición, arte, música y alegría!”, ¿qué evento?, me preguntaba yo. Se trataba del carnaval huatusqueño.

¡Y qué inteligente el Estado!, que usa las debilidades humanas como su fortaleza, que se aprovecha de la ignorancia y la ingenuidad del pueblo —creyendo que éste ignora las intenciones del gobierno al ofrecernos tan alegremente el carnaval— para tenernos calmados, crédulos, indiferentes.

Poco antes de llevarse a cabo el carnaval el presidente anunció que un millón de pesos serían invertidos en el evento, ¡un millón de pesos! ¿De dónde pretende el ayuntamiento sacar ese dinero? ¿De los impuestos del pueblo? Dicha declaración es reprobatoria, ya que todo ese capital podría invertirse en eventos u organizaciones intelectuales, de provecho, ¡en educación o en comercio regional! Y eso no sucede. No les interesa que el 35% de la población —y mayor a los quince años— no haya terminado la escuela primaria.

Lo que no se divulga, es que más de 35 mil habitantes de Huatusco viven en situación de pobreza (incluidos los más de 11 mil viviendo en pobreza extrema), lo que representa un 70% de la población total. Y lamentablemente Huatusco es una ciudad de mayoritariamente gente conformista, a la cual el pan y circo bastan.

Ese millón de pesos se desperdició en un carnaval que promueve todo tipo de vicios, como la ebriedad —y otras drogas—, que aplaude la indecencia y morbosidad, y los actos más instintivos y desenfrenados del hombre, sin olvidar por supuesto, el alto riesgo de asaltos, abusos y violaciones que hay en las calles los días de carnaval. ¡Pero para el Estado esto es tradición y alegría!

Al final, es un tipo de manipulación altamente efectivo, y por ello mismo nunca pasa de moda —dos mil años de historia lo constatan—; hacerle creer a la gente, que una vez al año puede romper las leyes y no será sentenciada, que no habrá consecuencias, que podemos darnos el lujo absurdo de despilfarrar el dinero que no tenemos en cosas que no necesitamos. Huatusco es sólo un ejemplo; carnavales los hay cada año en todo México. Eso es lo preocupante.

Es una funcional válvula de escape; nos conceden el permiso de liberar nuestras más oscuras pasiones públicamente y sin ser juzgados, con un entretenimiento de mísera calidad que nos haga olvidar que nuestro querido estado está endiabladamente endeudado. Que olvidemos que vivimos en una crisis nacional que empeora con el tiempo, con 56 millones de habitantes pobres y miles de injusticias y corrupciones a diario.

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